viernes, 15 de febrero de 2013

Tiritas


Cuando ves que alguien cercano a ti sufre por el empeño desmedido de la vida de apretarnos las tuercas cuando estamos descuidados, te dan ganas de subir al cielo a pedir explicaciones más allá de esa puerta que San Pedro protege. Pero como no hay escalera que nos facilite la ascensión, y tampoco está muy claro que allí haya vecindario, lo único que nos queda es tratar de disimular esa espina clavada en el corazón. A modo de tiritas, tanto vale una sonrisa como una caricia o la sencillez de la compañía.
Las palabras mejor dejarlas a un lado, por manidas y repetidas: somos muy poco originales los humanos cuando algo se nos escapa de las manos, o bien, nos importa tres pitos el pellejo ajeno, pero hay que cumplir con el pésame de rigor, que para eso estamos todos muy bien educados.
Yo apuesto, sin embargo, por la poderosa fuerza de un paseo tranquilo, una cama recién vestida, un buen desayuno, la piel suave después de un baño; una película mil veces repetida o una vieja canción; acurrucarse en un rincón desgajando una magdalena... Y dejar pasar los días sin prisa, hasta que la vida afloje esas tuercas que nos atenazan.
Ayer fue el día de los enamorados, una tirita como otra cualquiera. Buena excusa es, por muy comercial que sea, si sirve para alegrarnos el día. Seguro que a San Valentín no le importaría ver su nombre en los escaparates si con ello ilusiona un solo corazón herido. Gracias por esa tarta en forma de corazón regada de chocolate. Y enhorabuena a todos los que recibieron una, haciendo ese día diferente al resto de los días.