miércoles, 18 de abril de 2018

El más acá

Siempre nos preguntamos qué habrá más allá de la muerte.

Leemos libros, oímos tertulias, vemos películas, lo hablamos entre nosotros con una mezcla que tiene kilos de curiosidad y toneladas de miedo. Normal, es como cuando vamos a hacer un viaje y sacamos el plano de la ciudad, los monumentos principales o las comidas que no debemos venirnos sin probar. Aunque siempre hay gente tranquilota que no pierde el sueño por un viaje, ni aunque sea al más allá.

Pero ¿a nadie le interesa que habrá en el más acá? Quiero decir antes de nacer. Aunque nuestra entrada suele ser con un llanto triunfal -que tiene tela la puerta de acceso que le han puesto a este mundo-, no debemos venir de un sitio malo del todo, a juzgar por el aspecto rollizo y sonrosado con el que llegamos y, sobre todo, la falta de preocupaciones que arrastramos. Llegar con una mente en blanco, ávida de aprendizaje, sin juicios ni prejuicios. ¡Cómo me gustaría tener memoria de esa época de mi vida!

El más allá, por más que la religión nos lo venda con fanfarrías, se me antoja un sinvivir aunque sea, simplemente, por las preocupaciones que lo que aquí nos dejamos nos deben provocar en esa eternidad prometida y no demostrada. Y la pinta con la que llegamos allí, como uvas pasas pisoteadas sin medida.  ¡Por Dios, qué necesidad! Sin embargo, el más acá debe ser una maravilla, como si vinieras de un spa.

Si pudiera elegir, pediría que nadie me engendrara, que me dejaran en la línea de salida eternamente, disfrutando de ese lugar del que nadie pide que lo saquen.


tejadosdechocolate@gmail.com

viernes, 16 de marzo de 2018

Doble rasero



Una vez, en un taller de literatura, el profesor nos advirtió sobre un error muy común entre los escritores inexpertos. “¡Esto es una aberración, nunca lo hagáis!”. Entonces recordé un libro de Julio Cortázar en el que el belga de nacimiento, francés por nacionalidad y argentino por herencia familiar, hacía la aberración prohibida con alegría y desparpajo.
 
“Bueno, pero si Cortázar lo hace, por algo será”, fue la respuesta del profesor a mi observación.
 
Los ojos como sartenes se me quedaron al ver que lo que valía para el belga-franco-argentino nos estaba vedado al resto del mundo. “Si lo hace, por algo será, si lo hace por algo será…”. Y si lo hago yo, también, ¿no? O es que lo que en mí es un fallo garrafal, en otro es un acierto literario.
 
¿Y por qué os cuento esto? Porque, una vez más, un artículo en el periódico me dice que el vestido Delphos de Mariano Fortuny es el summum de la elegancia. ¿Soy la única que opina que esa tela arrugada sin patrón alguno sienta como el c…? Ni con las medidas de una top model podría adquirir ni la más mínima gracia sobre el cuerpo de una mujer. Ya le sentaba regular al auriga griego en el que, al parecer, está inspirado…
 
¡Qué acierto el de Fortuny! No quiero ni saber dónde hubieran llegado las carcajadas si se me hubiera ocurrido a alguien como yo.
 
Me pongo verde con la posición de los raseros, y me acuerdo de las decenas de leyes de igualdad que tenemos y que, cuando miro a mi alrededor, no sé muy bien para qué sirven.
¡Ah, sí! Para justificar las vidas y los chalés de algunos y algunas.
 
Debe ser que el pueblo llano no tenemos ni gusto ni saberes, ¡qué le vamos a hacer!

tejadosdechocolate@gmail.com

sábado, 10 de marzo de 2018

Let's dance

Esta tarde de sábado, mientras espero que una tarta de manzana se me dore en el horno, leo en el periódico la última de dos cabezas perdidas: Donald Trump y Kim Jong-un han decidido quedar una tarde para echar un cafelito, y de paso, hablar de lo que quieren hacer con nuestro mundo.
Programa nuclear, carrera armamentística, bloqueo internacional, régimen hereditario,... pero ¿qué es esto? Estos hombres deben estar mal de la cabeza, lo cual no me extraña a juzgar por los pelos que lucen ambos.
Trastornada por ver en manos de quienes estamos, pongo un rato la radio y enseguida suena Footloose, la canción de esa película de los 80 en la que se prohíbe el baile en un pequeño pueblo americano. Menuda tontería de argumento, estos americanos... ¡como si eso pudiera ser!
Pero, inmediatamente, me viene a la cabeza la noticia del periódico. Corea del Norte, un lugar donde no se baila, ni se canta, ni se escribe, ni se habla, ni se mira. Y si fuera el único...
Una vez más, la realidad supera con muy mala baba a la ficción.

Let's dance
Put on your red shoes and dance the blues
Let's dance
To the song they're playin' on the radio

Ojalá todo el mundo pudiera seguir este sencillo consejo de Bowie. Yo me siento afortunada de poderlo hacer, al ritmo de Footloose, mientras la tarta ya casi está.

tejadosdechocolate@gmail.com