miércoles, 18 de abril de 2018

El más acá

Siempre nos preguntamos qué habrá más allá de la muerte.

Leemos libros, oímos tertulias, vemos películas, lo hablamos entre nosotros con una mezcla que tiene kilos de curiosidad y toneladas de miedo. Normal, es como cuando vamos a hacer un viaje y sacamos el plano de la ciudad, los monumentos principales o las comidas que no debemos venirnos sin probar. Aunque siempre hay gente tranquilota que no pierde el sueño por un viaje, ni aunque sea al más allá.

Pero ¿a nadie le interesa que habrá en el más acá? Quiero decir antes de nacer. Aunque nuestra entrada suele ser con un llanto triunfal -que tiene tela la puerta de acceso que le han puesto a este mundo-, no debemos venir de un sitio malo del todo, a juzgar por el aspecto rollizo y sonrosado con el que llegamos y, sobre todo, la falta de preocupaciones que arrastramos. Llegar con una mente en blanco, ávida de aprendizaje, sin juicios ni prejuicios. ¡Cómo me gustaría tener memoria de esa época de mi vida!

El más allá, por más que la religión nos lo venda con fanfarrías, se me antoja un sinvivir aunque sea, simplemente, por las preocupaciones que lo que aquí nos dejamos nos deben provocar en esa eternidad prometida y no demostrada. Y la pinta con la que llegamos allí, como uvas pasas pisoteadas sin medida.  ¡Por Dios, qué necesidad! Sin embargo, el más acá debe ser una maravilla, como si vinieras de un spa.

Si pudiera elegir, pediría que nadie me engendrara, que me dejaran en la línea de salida eternamente, disfrutando de ese lugar del que nadie pide que lo saquen.


tejadosdechocolate@gmail.com

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